miércoles, 22 de agosto de 2007

Los sonidos generados en las profundidades del Sol se pueden oír en la Tierra Print Friendly and PDF

Científicos de la misión Ulysses, en la que las agencias espaciales norteamericana y europea (NASA y ESA) colaboran para estudiar el Sol, han comprobado que los sonidos generados en las profundidades de nuestra estrella sacuden y hacen vibrar la Tierra por simpatía. Y han determinado que tanto el campo magnético como la atmósfera terrestres toman parte en ese «coro cósmico».

Los investigadores, además, han conseguido detectar esos sonidos procedentes del corazón solar, inaudibles para el ser humano, en sismógrafos y cables submarinos. David Thomson y Louis Lanzerotti, miembros del equipo del experimento Hiscale a bordo de la sonda Ulysses, junto con otros colegas, explican que diferentes sonidos, generados de forma predecible por la presión y las ondas de gravedad en el Sol, son capaces de alcanzar nuestro planeta y han presentado evidencias que demuestran que en la Tierra se producen movimientos concretos como respuesta a sonidos rítmicos marcados desde las profundidades del Sol.

En cables submarinos

Utilizando sofisticadas tecnologías estadísticas, Thomson y sus colegas han descubierto esos tonos en datos sísmicos y los han hallado también en el campo magnético terrestre y en la atmósfera, e incluso en voltajes inducidos en cables submarinos, asi como en una amplia variedad de sistemas terrestres.

De acuerdo con Thomson, los datos enviados desde el espacio por la sonda Ulysses y cotejados en la Tierra proporcionan una importante evidencia sobre la forma en que esos sonidos generados dentro del Sol alcanzan nuestro planeta.

Algunas de las así llamadas «oscilaciones solares» han sido observadas de forma óptica por instrumentos como la sonda SOHO, y por telescopios terrestres. Están causadas por ondas de presión en el Sol, y son conocidas como «p-modes». Los sonidos más profundos asociados con las ondas de gravedad del Sol, llamados «g-modes», resultan más complicados de detectar, porque no han sido comprobados de forma óptica. Ahora, el equipo de Thomson ha conseguido la primera evidencia de los mismos, examinando en la Tierra un amplio rango de fenómenos.

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